Con los años coqueteas con la idea de que la literatura es una de las tantas formas de dudar, aunque también dudes de eso. Como si la incertidumbre fuera un estado de escritura, una manera de ordenar y desordenar palabras, un tanteo, un devaneo, en el que vas y vienes, palpando la contención o el disfrute, saltando de la fluidez a la tensión, del ritmo al caos.
En Estado de dibujación, el estupendo ensayo de Hélène Cixous editado por Peregrina y traducido por el colectivo Lenguasdeagua, se conjetura esta forma de ver la literatura. Aquí la escritura es un derrotero de interrogantes, donde la autora se detiene y duda y se pregunta por cada frase. ¿Estas sí son las palabras? ¿Deberían ser otras? No tiene un croquis que le aclare las cosas.
Las palabras son dibujos trazados con una mano insegura, a veces errada.
“Dibujar, escribir ¡qué expediciones, qué errores!” dice Cixous. Ambas actividades, dibujar y escribir, se emparentan en la dificultad entre la intención que tienes en mente, el acto –el lápiz sobre el papel– y el resultado. En la creación, como en la vida misma, tu deseo y el objeto deseado no siempre sintetizan. En el medio están, claro, los errores de cálculo.
Pero el error no es mentira: es aproximación, dice la autora. Es la base sobre la que imaginas y levantas las bases de tu creación, de un texto, de un dibujo. Es la señal de que estás en camino, de que ya casi llegas a alguna parte, aunque no tengas claro a dónde. Un error que incita al peregrinaje, que te mantiene con la disposición abierta, con mirada atenta a lo inesperado.
Cixous convierte, me parece, esta conciencia del error en materia literaria. Escribe con –y sobre–la dificultad de trasladar lo imaginado al papel. Sus dudas son forma y contenido. Casi al final del ensayo se pregunta: “¿Cómo, entonces, poner pie firme cuando el alma no es más que un tambaleo? Nuestros dibujos, nuestros libros y nosotros, avanzamos al mismo ritmo, con los pies inseguros”.
Como si su escritura fuera un deseo de lo inagarrable.
Este lenguaje de lo impreciso, de lo incierto, me parece una de las líneas temáticas más excitantes y provocadoras de su ensayo. En un mundo proclive a verdades atomizadas y absolutas, aparece una escritura sin mapas que se asombra de sí misma, de sus divagaciones y hallazgos. Una escritura con dudas que sostiene el naufragio hasta que el tiempo la detenga –o la corte– y fije sus anclas.

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