Elsapomagacín

La pizarra mágica de Virgina Cosin. Escribir como destino

Por @laudomicar

“La escritura está hecha de fragmentos que componen 

una apariencia de totalidad, pero son recogidos de zonas diversas: 

la imaginación, la memoria, la experiencia, las lecturas, 

las proyecciones, las fantasías, las sensaciones, 

todo eso reunido por una lengua” 

A menudo, cuando abro un libro que he subrayado, termino leyendo las frases que están encima o debajo de lo que subrayé inicialmente. Y, a menudo, me seducen también o  completan la idea que señalé primero, por lo que termino subrayando párrafos en esa especie de segunda lectura rápida. Si siguiera haciendo eso de manera reiterada, tal vez terminaría señalando páginas enteras de un mismo libro, dejando apenas algunas frases libres. Hago eso, claro, con los libros que más me interpelen. Interpelen, que es diferente a gustar, necesariamente. Y lo hago porque, como se ha dicho miles de veces, acudir a la lectura es también tener una conversación con eso que está dicho y, sobre todo, con una misma. 

Mientras leía a Victoria Cosin en La pizarra mágica, me encontré señalando frases, párrafos, páginas. Este libro está escrito a partir de textos cortos, entre anecdóticos y ensayísticos, en un ir y venir del tiempo de la vida de la autora, mientras reflexiona sobre sus lecturas, sus preguntas, sus búsquedas y su oficio como tallerista de escritura. No pretende dar lecciones, nos hace saber, no es un libro sobre cómo escribir mejor o que devele un método. En cambio, son fragmentos de su reflexión frente a lo literario en su vida. Sobre cómo se va configurando un mundo propio atravesado por la voluntad de escribir, más aun de leer y, sobre todo, por el azar. La literatura llegó a ser su oficio como consecuencia natural de un ejercicio cotidiano propio, pero no por una búsqueda incansable. Azar o fortuna o destino. 

De Cosin destaco que en sus reflexiones pusiera por delante sus dudas y no sus certezas. Tal vez porque es allí donde me ubico cuando pienso en lo literario en mi vida. Si hiciera el mismo ejercicio que hizo Cosin en su libro, hablaría de una biblioteca gigante con la que crecí, que los libros han ocupado siempre la mitad de las casas donde he vivido con mi familia, que en mi núcleo de cuatro, todos hemos siempre tenido un libro en la mano. También diría que mi hermana me leía cuentos desde pequeña, que le pedía a mi mamá contarme cuentos todas las noches, que amaba escuchar historias del pueblo de mi papá y que tenía discos de Cuentacuentos que escuchaba en bucle. También hablaría de mis intentos por hacer teatro desde pequeña, de mi interés por narrar en diferentes formatos (alguna vez intenté escribir guiones para audiovisual), de cómo he crecido escribiendo diarios, libretas, pensamientos. Y de cómo eso se convirtió en destino (solamente lo veo así mientras escribo esto) de estudiar la literatura como profesión. Aun así suelo pararme frente a un abismo y casi nunca frente a la certeza. Lo que debería salirme natural, se me convierte en una búsqueda angustiosa que crece con el tiempo. Por eso, seguramente, termino escribiendo cosas como esta, que no serán la reseña de un libro, porque son más bien mis sentires en relación con la lectura de este palimpsesto, como lo llama la autora.

Como contraparte, puedo decir que Cosin me hizo sentir menos sola en las dudas. Y sentirme menos sola es seguir parándome frente al abismo, no sin temor, pero con voluntad, con la certeza pequeñita que surge de la fragilidad, del no saber pero desear, del espacio entre el querer y sin embargo no hacerlo. Junto al deseo constante y profundo de certeza, me dejo también acompañar por las dudas: “¿Cómo se hace para que aparezcan las palabras? ¿Desde dónde viajan? (…) ¿Qué escribir y qué no? ¿Qué dejar afuera? ¿Qué recorte hacer? ¿Desde dónde mirar? Enmudezco frente a la dichosa búsqueda de la voz propia”. 


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