@stefarodriguez
En un viaje reciente a Brasil visité un par de librerías. Las ediciones brasileñas me parecieron bellísimas: la diagramación de los textos, la elección de colores en las portadas, la tipografía. Me fui una mañana larga a buscar con detalle poetas y narradoras. Hice esta selección y espero pronto hablar de estas escritoras brasileñas contemporáneas que me cautivaron. Hay algo de ciencia ficción, algo de linajes, otro poco de saborear las palabras de lo cotidiano o de la palabra por la palabra.
Elegí también un libro de literatura infantil que no es de una autora brasileña, sino de una alemana: Jutta Bauer. Pasé las hojas despacio varias veces. La primera lectura no miré las palabras, fue recorriendo las imágenes: un pingüino está desperdigado por todo el libro, la cabeza está en el espacio, el cuerpo en el mar, las patas en la selva, el pico en las montañas… Los dibujos son sencillos, tienen una línea en lápiz que delinea las formas de esos lugares que están rellenos en algo que adivino es acuarela.
En otra lectura, me detuve en la primera página, la mamá pingüino grita al pingüino y el efecto de ese grito es lo que hace que su cuerpo esté esparcido por el mundo entero. Que delicia imaginar que un grito puede repartir todas las partes del cuerpo en el mundo con lo que uno imagina que es el mundo. ¿Qué imaginará un niño cuando la mamá le grita? No qué siente, qué imagina.
La coleccionista que tengo por dentro -secretamente- elige literatura infantil que aborde temas “difíciles”, esos temas de los que no se debe hablar con las niñas. Esos que ellos no entienden aún. ¿Cuánto dura el aún de un niño? ¿Quién sabe cuándo se acaba el aún? ¿Cómo se decide en qué edad se puede o no hablar de un tema? ¿Es el tema o el tratamiento del tema?
Me fascina el desarrollo del cerebro, de las emociones, del cuerpo de las personas desde que son bebés hasta adultos. Por temporadas cambio de foco mi obsesión. Me interesa por ejemplo, cómo las corrientes de crianza humanizada o de disciplina positiva se pueden llevar a un extremo o al otro (el del control o el del absoluto leseferismo), y me pregunto por la literatura en la construcción de esas narrativas. ¿Qué cuentos leerá una familia ultra controladora? ¿Qué cuentos leerá una familia ultra leseferista? ¿Habrá correlación entre los relatos que quien se encarga de la crianza elige y los límites que pone?
La cortesía dice que no se habla de la crianza de los hijos de nadie porque, como dice mi mamá, cuando no se es mamá se sabe criar de muchas maneras. Aquí no estoy escribiendo de crianza, sino de la curiosidad que me da pensar en cómo se decide qué temas tratar o no con un niño, qué libro leerle o no a una niña, y cuándo o cómo evolucionan esas elecciones de libros, historias, autores. Y, de la curiosidad literaria: cómo es ese “personaje” mamá que decide nunca gritar y siempre estar al nivel de la niña para validar sus emociones o cómo es ese “personaje” mamá que luego del grito, atormentada por la culpa, pide perdón y se muestra vulnerable, o cómo es ese “personaje” mamá que grita y necesita ese grito para sacar todo lo que no se dice de ser mamá pues pierde la paciencia con un niño al que le debe su atención por cantidades de tiempo que no alcanzamos a imaginar -o bueno, solo si ensanchamos una imaginación narrativa tan potente que podamos sentir qué es asistir a la supervivencia de una vida de manera indeterminada-.
Madre chillona, por su traducción al español, o Mamãe zangada, en portugués, o Schreimutter en alemán trata sobre una mamá que grita. Me fascina que esta mamá grite, que el cuerpo del pingüino esté repartido por el mundo, que tengan que recoger los pedazos, volverlos a armar, pedir perdón y volver a empezar. Me fascina que en un libro así, amarillo, pequeño, sencillo, esté la inmesidad de la ira, de la vulnerabilidad, del dolor, de la herida materna, del amor que buscamos o esperamos de la madre, del mandato sobre ser mamá, de lo que se puede o no hacer, del error, de la pérdida, del dolor. Me fascina la literatura infantil que entra en la hondura humana, que la rodea y a la vez, que la nombra, y que le permite a una mamá gritar y amar en el mismo renglón.

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