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Es un libro de fronteras difusas, de giros inesperados. Uno empieza leyéndolo con la promesa de que será una novela de no ficción sobre la guerra civil española -con datos verídicos y acontecimientos y fechas y todo ese aburrido tono de sección histórica de periódico-, pero, de a poco, y a cada página, se va convirtiendo en una novela llena de poesía y de personajes ficticios que nos hace entender que la historia de un país nunca será del todo objetiva ni mucho menos a blanco y negro. Javier Cercas nos muestra que quizá a través de las licencias narrativas que nos da la literatura podemos volver propios los hechos que sentimos más alejados de nuestro tiempo y memoria, y así lo que empieza como una narración sosa y periodística de un hecho histórico y miles de veces contado, termina valiéndose incluso de recursos metaliterarios que logran disolver las fronteras de la ficción y la no ficción de una forma tan sutil que no sabemos en qué punto está la frontera entre cada uno de esos mundos, e incluso nos deja con la sensación de que probablemente los personajes -¿ficticios?-(Mirellas y sus amigos muertos y casi del todo olvidados) son mucho más reales que Sánchez Mazas y la dictadura que azotó a España desde el final de la guerra civil por más de 30 años, y también nos enseña que el pasado y el futuro siempre se amalgaman de algún modo en la memoria.

No te tragues ese sapo, comenta: