Elsapomagacín

Para vivir aquí, de Juan Goytisolo

@elseguidor

De la existencia de Juan Goytisolo tuve noticia en una serie documental de la Cadena 3. Creo. Si no fue ahí entonces debió ser cuando ese canal de televisión se llamó Señal Colombia. Lo que más recuerdo es que después de verlo hablar pensé que debía leer algo de ese señor. Me impresionó lo que contaba en esas entrevistas, lo que decía de la literatura española, de escribir y de su vida de autoexilio en Marruecos. Luego lo olvidé hasta que a principios de este siglo vi su nombre de nuevo mientras loleaba por el ciberespacio, como se decía entonces, en horas laborales. Sí, debo leer algo de este señor, volví a pensar. Tampoco fue entonces. Ya en esa época sabía la respuesta de concurso de colegio: Señas de identidad era su novela más conocida. Fui a una biblioteca de Comfenalco a buscar algo de él y no encontré nada. Cuando ganó el Cervantes en 2014 y vi la noticia en El País en una nota que invitaba a conocer su obra, dije, claro, a este señor hay que leerlo. Pero no fue ahí. Cuando murió en 2017 me dio pena no haberlo leído, más aún leyendo su obituario. Después volví a olvidar el asunto. En 2019, en una feria de libros usados, compré por cinco mil pesos un librito suyo, publicado por editorial Bruguera, más por vergüenza con el difunto por aplazar tanto la lectura de sus novelas. El título: Para vivir aquí. Libro comprado y puesto en un estante pero no leído hasta hace unos días que me pasé de casa por enésima vez en la vida y desocupando cajas lo encontré de nuevo. En la primera página tiene escrito su valor comercial, supongo que de la época de publicación (1980): $900. Pensaba que era una novela pero al abrirlo encontré que era una colección de cuentos publicada originalmente en 1960, mancillada por la censura franquista y reeditada veinte años después tras la muerte del dictador. Leí la edición de Bruguera pensando que esta era fiel al texto original previo a la censura, pero después encontré que no es esta la edición basada en los manuscritos de Goytisolo y supervisada por él, pero sí es diferente de la edición mutilada de 1960. Incluye algunos de los relatos censurados entonces, pero según mi indagación preliminar no es fiel en su totalidad al texto original. Me recomendaron un estudio comparado de los textos de la edición de Bruguera y de la de Salvat que puede ser la que tiene el texto original del autor. Según supe la de Bruguera, a pesar de incluir algunos cuentos prohibidos en los sesenta, aún tiene cicatrices censoras en algunas frases y pasajes considerados crudos y contrarios al espíritu nacionalista católico del régimen: al parecer a ojos oficiales hacía ver mal al país y a su gente. No me alcanzan las fuerzas para indagar más allá. Leí los cuentos de Para vivir aquí en la edición que tengo y me impresionaron mucho. Algo generacional quizás, pero en estos tiempos multivérsicos me reconfortó leer una colección de cuentos realistas (realismo social llamaban en España hace más de sesenta años a esta corriente literaria) que siento que habla duro, en algunos aspectos, a esa cosa tan extraña que me atrevo a llamar, con palabras en desuso, como la realidad actual.

¿A quién le interesa la realidad? A mí que me paso los días soñando mundos imaginarios, a pesar de todo, me sigue interesando la realidad.

Esta colección de cuentos no es la obra más conocida ni tampoco la más admirada de este señor. Los que no saben nada de él y quieran saberlo seguro verán en los primeros resultados de búsqueda de Google (no ensayé con Perplexity o ninguna otra herramienta moderna) noticias sobre un escándalo de abuso sexual, de alguien muy cercano a su alma y que, según la noticia, él silenció o al menos lo intentó al pedirle silencio a la víctima. Unos resultados más abajo salen sus obras más conocidas, con las que hizo gala de su creatividad y genio literario, dicen los críticos.

Para vivir aquí es una obra en la que se insinúan algunas de las cosas que se verán en sus novelas más apreciadas, pero que no es para nada experimental ni posmoderna ni de anticipación queer como califican a sus textos más apreciados hoy en día. Es una colección de cuentos de realismo social apreciada por su simbolismo e ironía y por su denuncia sin concesiones paternalistas. Hablar de manera cruda y directa con un lenguaje rico y que hizo uso de formas del habla popular andaluza y de la burguesía catalana que contradecían el dogma castellano dominante fue, al parecer, lo que motivó a los censores a intervenir sus textos. El arte le produce pavor a las mentes de quienes se creen con derecho a regir las vidas de los demás. Así fue, así es y así será.

El título, que no es el de ninguno de los cuentos, denuncia irónicamente con esas tres palabras la imposibilidad de vivir con dignidad en una sociedad corrupta y desigual regida por las añoranzas imperiales de lo que en palabras de hoy llamaríamos la ultraderecha católica y que entonces se llamaba con palabras más modestas como la clase dirigente. De los ocho cuentos que componen el libro tres son los que hasta ahora más me han afectado, y que me motivaron a escribir estas líneas.

«Suburbios» se llama el primero de los tres a los que me voy a referir. En él muestra la vida marginal en las periferias urbanas con personas que sobreviven en la miseria mientras la ciudad crece y se enriquece de manera desigual. Es un cuento sobre la gentrificación, sobre como la idea dominante de progreso excluye a los pobres. Debo insistir aquí que nada en estos cuentos es panfletario. Son relatos exquisitos en el lenguaje a pesar de la etiqueta realista que cargan. Los diálogos cortos y las descripciones escuetas invitan al lector a completar los vacíos y evitan las explicaciones políticas que no solo afearían el relato sino que, creo yo, lo dañarían irreparablemente.

«Otoño, en el puerto, cuando llovizna», es otro cuento que me gustó mucho a pesar de que me exigió más de lo que esperaba por mi ignorancia del léxico marino y en general de las cosas de la vida en un puerto español de mediados del siglo pasado. Goytisolo logró hacerme sentir con sus palabras la atmósfera gris y estrecha de  la vida en ese puerto decadente, y la indiferencia del narrador burgués que nos cuenta lo que ve en ese mundo cerrado de marineros y prostitutas sin presente y sin futuro.

Y el tercero, quizás el que más me ha gustado hasta ahora, se llama «El viaje». Es la historia de un matrimonio burgués, como se decía entonces y que hoy llamaríamos de clase media o media alta, que va de vacaciones en automóvil al mar en el sur caliente andaluz. Ellos son (se intuye, porque no lo dice) de Barcelona. Es un cuento que me parece genial por la forma en que muestra la displicencia y la abulia con la que este matrimonio ve las vidas de las personas que encuentra en su recorrido por Andalucía, como si fueran gentes de otro planeta, de otra realidad que no es la suya, de un mundo con el que no tienen nada que ver. Son pobres los niños que los siguen a su llegada al hostal y se ofrecen a cuidarles el carro o al menos a lavarlo por unas monedas. Son pobres los pueblos que visitan y las personas que los habitan. Ellos, el matrimonio, no intentan entender esas vidas. Las ven como parte del decorado de sus vacaciones. Son como extras en la película de su viaje. Su pobreza es folclor. Su forma de hablar es carencia intelectual. Goytisolo muestra en este cuento la hipocresía burguesa con esta pareja que simboliza la desconexión moral de la clase urbana acomodada que consume la pobreza ajena como espectáculo haciendo turismo de la miseria. En fin, este cuento me hizo sentir de nuevo lo que conozco desde hace muchos años de las historias de paseos en carro de familias de colombianos autodenominados de bien a lo que ellos llaman tierra caliente. Y por la forma y lo que muestra el relato, lo siento como universal.

El simbolismo y la ironía, que recorren el libro, son muy fuertes en «El viaje». El carro del matrimonio es evidentemente la burbuja de privilegio desde la que este matrimonio observa la pobreza ajena sin untarse ni involucrarse. Los niños pedigüeños o mendigos interrumpen la ilusión de vacaciones idílicas pero solo por fogonazos. En realidad prefieren no verlos. Y los silencios incómodos entre Dolores (la mujer) y el narrador (el hombre) son símbolo de la aceptación y normalización del status quo franquista.

Y hay muchas cosas más en estos y en los otros cinco cuentos. El existencialismo de mediados del siglo veinte está presente en pleno en el absurdo de la existencia de estos personajes, en la mala fe sartreana de muchos de ellos; el giro posmoderno está en la fragmentación de algunos de los cuentos y para mí en la pregunta no hecha y no contestada que recorre no solo «El viaje» sino el libro en su totalidad: ¿El acto de escribir sobre los otros y sus dolores, sus angustias, sus deseos, su sexualidad… es voyerista como ese matrimonio que turistea entre los pobres?

Es lo primero que leo de Goytisolo, fue escrito hace casi setenta años. En las entrevistas y otros materiales que sobre él y su obra encontré en una búsqueda rápida antes de escribir esta reseña vi lo que ya era fácil intuir: para él la literatura no era inocente pues estaba contaminada por el poder, el clasismo y la subjetividad. Desconfiaba del lenguaje pues dejaba en evidencia a las palabras como cómplices del poder y entendía su tarea como escritor como una exigencia para la creación de un relato descarnado de la realidad. Tendré que leer sus libros posteriores, más aún sabiendo que Vargas Llosa los consideró de una experimentación inútil.


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