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Coaching para fracasar estrepitosamente: sobre la colección de cuentos Autoayuda (Self-help, 1985), de Lorrie Moore

@daniellenavarrobohorquez

Si estás pensando en irte a vivir con tu novio o en casarte con él, lee Autoayuda de Lorrie Moore. Una coach te dirá que al principio te sentirás «consolada, necesitada, amada». Pasará una semana, un mes, un año: «y empezarás, en cierto modo, a sentirte aburrida». Mejor ve primero a una boda con él y «observa todo aquello de lo que te estás librando».

Si quieres ser escritora, lee Autoayuda de Lorrie Moore. Una coach te dirá: «Fracasa estrepitosamente. Lo mejor es que fracases a edad temprana, a los catorce años, digamos».

—La desilusión es necesaria —te dirá la coach, y te motivará a malograrte una, dos, tres veces en cualquier cosa, en todo, y luego también en la escritura.

La narradora terapeuta aparecerá en varios cuentos de este libro y te dará instrucciones para aprender a hablarle a la madre, que a veces es tan difícil; a tener el valor de decirle adiós a ese novio que te ama tanto, pero que te aburre (¡qué pesar!). Y muy importante: te animará para mostrarte fuerte y mentir que estás tranquila cuando aceptas ser la otra de la otra de la otra: o sea, apenas una amante. 

Cuando él te diga:

—Es que no quiero que te sientas incómoda con esto.

Tú, di:

—Eh. Yo soy una persona muy tranquila. Soy dura.

Enséñale el bíceps. Eso indicará la coach.

Las narradoras de Autoayuda de Lorrie Moore imitan la estrategia de los manuales que instruyen en la conquista del éxito en el trabajo, en el matrimonio, en la amistad y en la familia, y apelan al discurso del coaching para dar instrucciones que parecen claras desde los títulos: “Cómo ser la otra mujer”, “Guía de divorcio para niños”, “Cómo hablar a tu madre”, “Cómo hacerse escritora”. 

Pero estas instrucciones, en realidad, son todo menos claras.

Un novio que dudaba mucho de mi fidelidad me regaló una vez este libro de Autoayuda. Me lo dio en PDF, quiero aclarar, porque la mejor edición que se conseguía (o quizá la única que circulaba aquí) era la de Salamandra y, según decían, era inconseguible; recuerdo que costaba 900 dólares por Amazon y en la página de Buscalibre siempre aparecía agotada. 

Aquel hombre gentil que era mi novio me regaló el libro en PDF, y, como si él fuera uno de los narradores de Autoayuda, me dio también una instrucción: empieza por «Cómo ser la otra mujer». 

Le hice caso y comencé por ahí. Desde el principio el cuento me pareció divertido. Narra la historia de Charlene, una secretaria que conoce a un analista de sistemas en una estación de bus. Se cortejan en el bus «como dos animales en celo» y luego empiezan a salir juntos: van a cine, a conciertos, al museo, hacen el amor… Ella sabe que él tiene otra mujer. Este cuento narra el paso a paso del amorío de Charlene, desde el entusiasmo del comienzo hasta el ocaso de la amante.

A mí me encantaba ese cuento. Leía con mucha gracia frases como:

Cuando tenías seis años creías que «amante» significaba algo molesto, como ponerse un zapato en el pie equivocado. Ahora eres mayor y sabes que puede significar muchas cosas, pero que esencialmente significa ponerse el zapato en el pie equivocado. 

Lo volví a leer una y otra vez y me obsesioné con «Cómo ser la otra mujer». Me fascinaba el uso de la segunda persona. Al principio, parecía nada más una fijación gramatical, pero cada vez que leía el cuento me sentía interpelada. Pensaba en mí y me preguntaba si acaso el tú de ese relato era yo, porque yo sentía todas esas cosas.

Le dediqué a ese cuento —y a mi pregunta existencial sobre la función gramatical del yo y el tú en un amorío— mi trabajo de grado de la maestría.

Busqué teorías literarias para entender mejor a la narradora de «Cómo ser la otra mujer» y así me encontré con Gerard Genette, uno de los «padres» de la narratología (como le dice Google). 

Interesante, importante y extenso, por supuesto, pero sus nociones de extradiegético e intradiegético, homodiegético y heterodiegético, se me quedaban cortas. 

Me parecía que la narradora de «Cómo ser la otra mujer» era todas las cosas al mismo tiempo: hablaba desde afuera de la historia (extradiegética) y desde adentro de la historia (intradiegética); se refería a ella misma (homodiegética) y a la vez se refería a Charlene, que era otra (heterodiegética).  

Por ejemplo:

Unas veces, la narradora de este cuento anticipa la historia del personaje como si supiera, desde el comienzo, el rumbo de la historia: 

«Os conoceréis con gabardinas caras de color beige una noche espesa como el caldo».

Otras veces le indica al personaje cómo actuar:

«Susurra “No te vayas todavía” cuando se deslice de tu cama antes de salir el sol y tú estés allí, tendida boca arriba». 

Se burla del personaje con juegos de palabras:

«Aféitate las piernas en el lavabo. Filosofa: eres una amante, formas parte de una gran tradición histérica, digo, histórica».

Tiene opiniones sobre el mundo: 

 «[Tener un amante] es como tener constantemente un libro prestado de la biblioteca», o «Las esposas son como las cucarachas. También forman parte de una gran tradición histórica».

Le indica al personaje cómo sentirse:

«Siéntete gris como una toalla abandonada en unos vestuarios», «Muéstrate irritada».

Y le indica al personaje cómo pensar sus circunstancias: 

«Y tú piensas: Aquí hay algo que retrocede. Que va para atrás. Un error» (p. 22).

Muy avanzada la historia, la narradora reflexiona con metáforas sobre cómo se siente Charlene: 

«El amor se te escurre, se lleva consigo una buena parte del azúcar de tu sangre y del agua de tu peso. Eres como una casa que va perdiendo poco a poco la electricidad».

«¿Y eso qué quiere decir?», me preguntaba yo. 

Quizá nada, pero esa fue la pregunta que detonó mi trabajo de maestría.

Hoy, luego de haber escuchado a muchos escritores hablar sobre sus libros, me cabe en la cabeza que eso en verdad no signifique nada, o que el uso de ese narrador se trata solamente de un ejercicio de taller de escritura creativa.

Sin embargo, vuelvo a leer el cuento y me pregunto de nuevo qué relación puede tener la narradora con el personaje y eso qué significa.

Pienso en el título en inglés: «How to be an other woman».

Si lo leo de corrido escucho también: «How to be another woman».

La diferencia en inglés es sutil y muy reveladora: el primer caso significa cómo ser la otra mujer (an other woman); el segundo, cómo ser una mujer más entre otras mujeres (another woman).  

Genette dice que toda intrusión del narrador o del narratario extradiegético en la historia del personaje produce un efecto de «extravagancia», a veces graciosa, a veces fantástica. En este cuento, la narradora parecería estar por fuera del relato, pero todo el tiempo se está comunicando con el personaje, que está dentro de la historia. Entonces la lectora no sabe bien si el personaje está adentro o está afuera de la historia, o si acaso la narradora entra y sale. En cualquier caso, el efecto es ambiguo y es uno de esos casos en los que, diría Genette, hay un efecto de extravagancia.

Hoy quiero entender que este cuento se trata de un periplo «extravagante» de Charlene para convertirse en «la otra mujer». En ese periplo, el personaje apela al despliegue del yo y eso le permite mirarse y hablarse desde varios lugares simultáneamente: desde afuera y desde adentro de su propio relato, y entablar una comunicación consigo misma, a veces irónica, pero sincera.

Charlene se da cuenta de que es una más, another woman (otra de la otra de la otra de él), pero también entiende que puede ser otra de la otra, no respecto de él, sino respecto de sí misma.

Primero es la mujer que corteja a un hombre en círculos con olisqueos primigenios y se sienta en el sanitario a decirse: «Hola, soy Charlene, soy una amante. Es como tener un libro prestado de la biblioteca»; luego, a medida que avanza la historia, pasa a ser aquella que se pliega y se despliega, se bordea, transita entre sus pliegues, se mira primero desde adentro y va saliendo de sí misma —desde el relato del cortejo en el que ella estaba en el centro— hasta ser capaz de mirarse desde otro lugar, que parecería estar afuera.

Hasta ser capaz de decirse:

«Piensa: ¿qué me ha pasado? ¿Por qué estoy tumbada de esta manera sobre la colcha».

Y luego, hasta ser capaz de decirle a él:

«Sufro humillaciones en tus manos. Y suplicios en tus pies. No sé por qué hago bromas. Me duele».

El cuento es irónico en el sentido de que dice lo que dice, pero también dice todo lo contrario, por ejemplo cuando la narradora le indica a Charlene «Di: “Eh. Yo soy una persona muy tranquila. Soy dura”. Enséñale el bíceps». Es irónico, también, en el sentido de que, aunque parecería burlarse de los manuales de autoayuda, también funciona como uno que apela a una forma dialógica e irónica del desdoblamiento, del pliegue y del despliegue de uno con todos los mismos.

Luego de leer a Lorrie Moore, pienso que sí tienen sentido los libros de autoayuda cuando, como este, nos muestran que al alcance de las propias manos está lo que puede salvarnos, y también hundirnos. 

*

Ah, cuando te pregunte cómo estás, siempre, siempre, di:

—Bien.

Astillas (o sensaciones extratextuales que aparecieron mientras escribía este texto): 

  • Romperé de una forma muy cruel con el novio que me dio el libro de Autoayuda
  • Fracasaré estrepitosamente con mi amante. 
  • El tutor de la maestría me pondrá una nota de 2,4 en una de las entregas y destacará mi dificultad para usar el lenguaje académico. Dirá que el texto es hondo, pero demasiado personal, y que la literatura solo habla de la literatura. 
  • El técnico del equipo me dirá que esto no es una reseña.

Todos, para mí, son unos sapos. Que este texto sea, entonces, un homenaje.


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